lunes, 29 de mayo de 2017

Una escuela de arte que grabó su huella: el Black Mountain College de Carolina del Norte.

Edificio del Black Mountain College, en Asheville,Carolina del Norte
Black Mountain College, 1933-1957 fue una Escuela de artes fundada en 1933 en Carolina del Norte que alcanzó rápidamente notoriedad internacional, gracias a sus avanzados métodos de enseñanza y al elenco de grandes figuras que enseñaron y estudiaron allí. Fue creada como una universidad experimental que ofrecía una educación interdisciplinaria.  

Operando en un área rural relativamente aislada y con un bajo presupuesto, el BCM inculcaba un espíritu colaborativo e informal, y durante su existencia atrajo a muchos profesores distinguidos

John Andrew Rice, su primer Director, fue un rebelde por naturaleza. Después de abandonar  la enseñanza de los Clásicos en  Florida, en medio de serias controversias con las directivas de la institución por diferencias ideológicas y de estilo de enseñanza,  Rice concibió la idea de fundar su propia escuela, basada en los principios de educación progresista de John Dewey y, junto con algunos de sus colegas, alquiló un edificio cerca de Asheville, Carolina del Norte y fundó Black Mountain College (BMC) en 1933.

Rice defendió la posibilidad de aunar el humanismo y el progreso tecnológico y de combinar las enseñanzas artísticas (pintura, escultura, cerámica y música) con otro tipo de saberes para formar a alumnos intelectualmente completos. Había talleres de impresión, madera, tejido y encuadernación así como clases de Historia, Latín, Alemán, Francés, Ruso, Economía, Negocios, Ciencias sociales, Matemáticas, Química, Física y Granja.  Seguidor de la filosofía de Sócrates, entendía que el alumno, y no los profesores ni los contenidos, era el eje de la educación y que debían participar en la gestión de los centros, donde debían reducirse al máximo las jerarquías. La administración de esta pequeña universidad la llevaban conjuntamente entre los alumnos, los docentes y las esposas de éstos: unos y otros eran pocos en número: en un principio sólo se trabajó con una veintena de estudiantes y algo más de la mitad de profesores.



Me llama la atención la cantidad de mujeres, entre las estudiantes y entre las profesoras, pero ese hecho me recuerda que John Dewey era un gran defensor del género femenino.

Los eventos que precedieron a la fundación de Black Mountain College coincidieron con la llegada de Adolf Hitler al poder, el cierre de la Bauhaus por parte de los nazis, y el comienzo de la persecución de artistas e intelectuales en el continente europeo, entre ellos los esposos Joseph y Anni Albers, quienes emigraron a los Estados Unidos y llegaron a Black Mountain como profesores, sin una palabra de inglés, pero con grandes habilidades creativas y experiencia en la educación.

La simple acción de haber traído a Joseph y Anni Albers desde Alemania en noviembre del 33, provocó una fusión dinámica del Progresismo Americano con el Modernismo europeo.
La presencia de los  artistas refugiados iba a ser el catalizador para la evolución de una comunidad de carácter único. Del lado del Progresismo americano, había un sentido fundacional un tanto ingenuo, respeto del trabajo manual y  la integración de la vida y el aprendizaje a través de la comunidad.  Del lado del Modernismo Europeo, una experimentación en el arte y una

Joseph Albers, en una sesión de crítica de los trabajos presentados.
relación dinámica con el pasado, que informara  el presente. Por otro lado, los Albers, junto con los otros maestros refugiados, reforzaron la idea de los fundadores,  de que la práctica de las artes debía ser central en el proceso del aprendizaje. Ellos aportaron la idea de las artes como una parte integral y necesaria de la cultura, un respeto por el estudio disciplinado, y un alto nivel profesional.   Su presencia fue una especie de correctivo para el énfasis sobre la libre expresión como un fin en sí mismo, que tan a menudo caracterizaba al movimiento educacional progresivo.


Haciendo honor a las ideas de John Dewey de “aprender haciendo” y de la igualdad sin jerarquías, Black Mountain College fue diseñada para ser, esencialmente, diferente a otras universidades de su época. Los estudiantes participaban activamente en la toma de decisiones de la institución, y podían incluso decidir en qué momento estaban listos para graduarse, aunque la mayoría nunca se graduó. No había requisitos de cursos, restricciones departamentales, títulos o calificaciones.  La escuela ofrecía, al menos inicialmente, un programa de artes liberales bastante amplio que aspiraba a poner el arte al alcance de todos, no necesariamente como una actividad profesional, sino como un medio para desbloquear el pensamiento creativo de los estudiantes en todas las áreas.

En BMC todos aprendían de todos.  El campus le pertenecía y era manejado por los docentes, quienes creían seriamente en un gobierno democrático y en la importancia de las artes en la educación.  Fundada durante la Gran Depresión, la escuela funcionó durante la  época de la Segunda Guerra Mundial, enfrentando serios problemas económicos. Para sobrevivir, profesores y estudiantes participaban por igual en un programa de trabajo, y eran responsables de sembrar y cosechar los alimentos, cortar leña, cocinar, recoger la basura, la construcción y el mantenimiento de los edificios, y un sinnúmero de otras tareas esenciales para el funcionamiento de la universidad. Esta cultura de austeridad permeaba todas las actividades, desde las clases, las producciones teatrales, la arquitectura del campus, y las fiestas durante los fines de semana. Gran parte del arte producido en Black Mountain es un reflejo de esta cultura, como las joyas que Anni Albers elaboraba con corchos de vino o ganchitos para el pelo, o los trabajos que los estudiantes realizaban con hojas de árboles con Josef Albers, o las creaciones de Ruth Asawa en alambre tejido

Obra de Ruth Asawa
con una técnica aprendida de los artesanos de Toluca, México.  Esta economía de medios transformó la limitación en virtud.

A Rice, le sucedió como rector Josef Albers, hasta 1949, año en que pasó a la Universidad de Yale. Albers concedió mayor importancia a los aspectos prácticos y organizativos y compartió con Rice la idea de que había que intentar sacar a la luz las mejores cualidades del estudiante, también aquellas de las que él no era consciente, e incidió en la superación de las distinciones entre las barreras de las artes aplicadas y las Bellas Artes (manteniendo la aspiración global de ausencia de jerarquías). Se hizo énfasis en los procesos y en procurar extraer lo mejor de cada alumno.

El tercer y último rector del Black Mountain fue Charles Olson, poeta a la vez que artista, que subrayó la importancia de establecer relaciones entre pintura y poesía, y llevó a Carolina del Norte a figuras de uno y otro campo, como Robert Motherwell, Franz Kline, Wilhelm De Kooning, Eric Bentley o Paul Blackburn, y también John Cage y Merce Cunningham.
Las formas y métodos experimentales basados ​​en los procedimientos educativos adoptados por el Black Mountain College tuvieron una profunda influencia sobre las transformaciones artísticas y sociales de la década de los sesenta y siguen siendo relevantes hoy en día.

Se dice que Black Mountain College  “fue un caldo de cultivo para muchos de los grandes artistas modernos de los Estados Unidos durante una época en que los artistas estadounidenses eran considerados, en gran medida, menos importantes que sus homólogos europeos”. 
Hasta la Segunda Guerra Mundial, las galerías más importantes de los Estados Unidos exhibían sólo el trabajo de creadores europeos, sin tomar en cuenta a los locales. En general, se consideraba que era necesario ir a Europa para ser un verdadero artista.
“Para los fundadores de BMC, era imperativo que en los Estados Unidos  se desarrollara una estética propia que fuera claramente moderna y claramente americana, que tomara en cuenta las influencias europeas pero sin salir directamente de éstas.  Por ello crearon un espacio excepcional donde los artistas de todos los medios – pintura, tejido, escultura, cerámica,  poesía, música y danza – pudieran aprender y crear uno al lado del otro, en un ambiente experimental educativo progresista sin precedentes.  Fue a partir de Black Mountain College que muchos de los creadores estadounidenses modernos más notables se inspiraron y generaron el arte moderno típicamente americano”.
Merce Cunningham y la clase de danza.


La música, la poesía y la danza fueron parte integral de la vida en Black Mountain y, a partir de 1948, se enseñó formalmente danza moderna. El programa estuvo a cargo de tres reconocidos intérpretes-coreógrafos: Merce Cunningham, Elizabeth Jennerjahn, y Katherine Litz. Black Mountain fue testigo del nacimiento de la legendaria agrupación Merce Cunningham Dance Company, y de la célebre obra El Glifo (The Glyph) creada por Litz. La danza fue también fuente  de inspiración de múltiples dibujos, pinturas, esculturas y fotografías.


Los nombres de muchos reconocidos artistas están ligados a esta escuela: Peter Voulkos, Karen Karnes, Robert Motherwell, Willem y Elaine de Kooning, Robert Rauschenberg, Jacob Lawrence, John Cage, Cy Twombly, Kenneth Noland, Vera B. Williams, Ben Shahn, Franz Kline, Arthur Penn,  M.C. Richards, Francine du Plessix Gray, Charles Olson, Robert Creeley, Dorothea Rockburne, entre muchos otros.

Algunas anécdotas…
Robert Rauschenberg (1925-2008) llegó al  Black Mountain en Octubre 1948 junto con  su colega y futura esposa Susan Weil,(1930) ambos  interesados en los talleres del famoso profesor del Bauhaus, Joseph Albers. Como estudiantes, Rauschenberg y Weil se hicieron f

Rauschemberg y Susan Weil en el Black Mountain
amosos en el grupo,  por recoger materiales de deshecho mientras limpiaban la basura, transformando un quehacer en una envidiada expedición de descubrimiento. Este tipo de material recuperado iba a ser integrado en los  Combines (1954–64). Rauschenberg completó sus  cursos en la primavera del 1949 y se instaló en  New York. Pero volvió a  Black Mountain en 1951 and 1952.
Los encuentros y colaboraciones de Rauschenberg  con otros artistas en BMC fueron fundamentales para el desarrollo de su sensibilidad artística. En 1951 se encontró con Cy Twombly en New York, y participó con él en los cursos del  Black Mountain ese verano. Ambos volvieron en la primavera siguiente. Y entonces, Rauschenberg desarrolló una larga amistad con el compositor John Cage,  y el coreógrafo Merce Cunningham, ambos instructores en la escuela.  Cage y Cunningham compartían el interés de Rauschemberg en la integración de la vida de todos los días con el arte, lo que iba a ser un tema importante a lo largo de toda su carrera.
En el verano de  1952 Cage organizó una  performance que luego se llamaría Theater Piece No. 1. A veces  los estudiantes se referían a ella como el primer Happening. De acuerdo con Cage, el evento se suponía que iba a explorar el  “purposeful purposelessness.”  Cage daba conferencias mientras que otros  realizaban performances con temas diferentes. Una vez, Rauschemberg puso discos de Edith Piaf, mientras Cunningham danzaba alrededor y entre la audiencia, con David Tudor tocando el piano, y algunas de sus White Paintings (1951) colgando en el espacio como decoración.
Cage observó que las superficies monocromas   White Paintings, sobre las que se reflejaban los gestos de la danza, producían cambios en la luz y las sombras del lugar. Luego identificó esas obras como inspiración para su  “Silent composition 4'33" (1952). 
Después de las  White Paintings, Rauschenberg creó densas composiciones

Obra de Rauschemberg en Black Mountain

usando pintura y collages de materiales no artísticos ahora referidas como Black Paintings. (1951–53). Al mismo tiempo, trabajaba en sus series de   Night Blooming  (1951), pintando lienzos oscuros con una mezcla de pigmento, cascajo, y basura.
Por otro lado, y de modo notable, en el Black Mountain Rauschenberg
Rauschemberg, fotografía en Black Mountain College.
se encontró por primera vez con la fotografía. Allí, concibió su Proyecto -no realizado-, de fotografiar los Estados Unidos, “pulgada por pulgada.” La cámara se iba a convertir en un utensilio vital para este artista, tanto para la creación de grabados individuales, como en una Fuente generadora de material para silografías  e inkjet transfers de pinturas posteriores.

En el verano de 1948, Elaine de Kooning (1918-1989) acompañó a Willem al Black Mountain College, donde él había sido contratado para enseñar. Ella se enamoró del lugar y se quedó allí, aunque Willem partió para NY al final del verano. Durante su estancia en Black Mountain, ella diseñó una escenografía  para una producción  de Merce Cunningham y John Cage. Incluso pintó un total de 17 pinturas abstractas, que luego llamó Black Mountain Abstractions (1948) que luego guardó y no se las mostró a nadie hasta 1985.
Después de su verano en Black Mountain, ella se transformó en una de las primeras críticas de arte por sus reportajes muy significativos acerca de la obra de artistas como Archile Gorky, Hans Hofmann, Franz Kline, Mark Rothko, Joseph Albers y David Smith, aparecidos en Art News.


En  1953, Peter Voulkos (1924-2002) fue invitado a dar un curso de verano de cerámicas en BMC. Después del verano, el artista cambió su propuesta acerca de las cerámicas creativas,


 abandonando su manejo tradicional, y en lugar de crear jarrones suaves y hermosamente vidriados, comenzó a trabajar gestualmente con arcilla rústica, usando frecuentemente cuchilladas y   perforaciones

A pesar de su breve existencia, el Black Mountain College  se convirtió en un punto de encuentro fundamental para muchos artistas, músicos, poetas y pensadores de diversos lugares del mundo (Estados Unidos, Europa, Asia y América Latina), que llegaron a ser figuras fundamentales en cada uno de sus campos en la época de la posguerra. La Escuela sentó un precedente histórico importante para pensar acerca de las relaciones entre el arte, la democracia y la globalización.
Demostrando la dificultad de lo ideal, el BMC cerró en 1957 debido a la falta de fondos y a luchas de poder internas, promovidas por el contexto sociopolítico y el latente racismo del sur de los Estados Unidos que se extendió a la institución.


jueves, 25 de mayo de 2017

Una escuela ideal de artes textiles??

Mariana es una joven amiga que está realizando su tesis de investigación sobre el Arte Texil en Uruguay. Hemos compartido información, y su última inquietud, me trajo recuerdos…
He aquí su comentario: “Me quedé pensando en el discurso de Aroztegui, cuando dice que “nos hace falta una escuela de artes textiles”. Cuál sería un ejemplo de escuela ideal en el mundo? “
Taller de tejeduría en el Bauhaus.

Aroztegui decía esto en 1987, en el Encuentro Nacional de Artistas Plásticos de Fray Bentos,  refiriéndose a lo logrado y no, en el panorama textil uruguayo.

Contestar la pregunta de Mariana me iba a llevar un rato, por lo que decidí publicarla por aquí.

Como todo lo humano, lo ideal  es difícil de lograr, pero se pueden dar pasos de a poco y apuntando a más, para lograr acercarse un poco, a algo semejante.

¿Existe una escuela ideal para aprender las técnicas, y sensibilizarse a lo textil? Creo que todo depende de las aspiraciones y/o necesidades del medio. Hay lugares donde la tradición textil es muy fuerte, industrial o artesanal. Y ese saber antiguo lleva a que la exigencia sea mayor. Por otro lado, la aventura del siglo XX, llevó a desarrollar los textiles fundamentalmente para la industria. Pero fue necesaria la creatividad, el pensamiento y la investigación de los artistas y diseñadores textiles, para determinar la existencia de un Arte Textil, que como todo arte requiere de una formación, pero depende mucho de la dedicación de sus cultores.

A través de las Bienales de Lausana, desde 1962, se puede apreciar que la mayor parte de los artistas seleccionados tienen una formación de carácter universitario, sea en Europa, Japón o Estados Unidos, donde las universidades tienen departamentos textiles. Ejemplos de esto son universidades mayores en Japón, como  la Universidad de Bellas Artes de la ciudad de Kioto, y la Universidad de las Artes Muraschino ,  Universidades como las de  Filadelfia, Yale y California entre otras, en Estados Unidos, y Escuelas de Arte en Europa, como la de Arte Textil en Lodz, Polonia, ciudad de gran tradición textil. Actualmente las universidades de Arte y las escuelas de diseño y textiles han proliferado a lo largo y lo ancho del mundo, y existen varias también en Latinoamérica.

Dice Michael Thomas, en su excelente libro Histoire d’un Art, L’Art Textile: ”Si hubiera que simplificar al máximo un encadenamiento que cubre un siglo, se podría decir que el arte textil contemporáneo surge de un extraño encuentro a priori entre el Bauhaus y las  tradiciones textiles extra-occidentales.”
Integrantes del taller de tejeduría en el Bauhaus.
Y este pensamiento me lleva al taller de textiles del Bauhaus, aquél que compartían un grupo de mujeres que habían ingresado a la famosa escuela de Arquitectura buscando dar una dirección a sus vidas, y que se vieron derivadas a talleres artesanales, como cerámica y tejeduría.

Gunta Stolzl fue una figura clave en el taller de textiles,  y su influencia se ejerció desde los comienzos de la institución, en 1919. Ella era la que aseguraba la vi
Tapicería de Gunta Stolzl
gilancia técnica, tanto para la tapicería y las alfombras como para la técnica Jacquard, retransmitiendo en la realización textil, las preocupaciones de Paul Klee, maestro de las formas, y sobre todo, las del curso preliminar de
Moholy-Nagy, introduciendo de manera muy  sistemática la experimentación de materiales nuevos como el celofán. Ella haría tomar conciencia a los estudiantes de las propiedades físicas y táctiles específicas de las fibras textiles (absorción sonora, reflexión de la luz) en relación con su aplicación posible a la utilización industrial.
Gunta Stolzl, propuesta para alfombra.


Era la época en que  Otti Berger, Anni Albers, Lis Beyer y Helene Nonné Schmidt creaban un ambiente de discusión y espíritu crítico que hicieron  del taller un lugar de intercambio casi único en el Bauhaus.
Anni Albers al telar, 1926.

Lis Beyer, diseño de tela y vestido.







Y la evolución sensible de la pieza única hacia el objeto en serie se conoce  a través de los textos de Guntha Stolzl en 1931:
            "Nuestra concepción de la casa en 1922-23 era muy diferente de la que tenemos hoy. Nuestros textiles podían ser poemas llenos de ideas, de decorados florales y de experiencias personales. Ellos recibieron rápidamente la favorable acogida del gran público, incluso fuera de los muros del Bauhaus. De un abordaje más fácil, y debido a la naturaleza de su tema, fueron los artículos mejor apreciados entre los productos profundamente revolucionarios del Bauhaus. Progresivamente, hubo un desencaje.  Nosotros advertimos la pretensión de estos objetos únicos e independientes: telas, cortinados, paneles murales. Su riqueza de formas y colores comenzó a parecernos demasiado autocrática, ellos no se integraban a la casa. Hicimos un esfuerzo para volvernos más simples, para disciplinar nuestros medios y para alcanzar una mayor unidad entre los materiales utilizados y su función. De esta manera, llegamos a producir textiles por metro, susceptibles de responder claramente a las necesidades de la pieza y los problemas de la casa. El slogan de este nuevo dominio fue lanzado: prototipos para la industria."
 
Anni Albers, diseño para alfombra
Anni Albers, 1926
El cierre de la Escuela el 10 de agosto de 1933, no representó el fin de la aventura del Bauhaus. Los profesores emigraron, propagando la filosofía del Instituto y  creando nuevos lugares de enseñanza. Algunos fueron invitados por escuelas y universidades.. Y en el tema que nos ocupa, Josef Albers se establece con su mujer Anni en el Black Mountain College en California del Norte, luego en Yale a partir de 1950.

Otti Berger, Tapiceria. Bauhaus. 

En lo que respecta al textil, su enseñanza iba a proseguir  esencialmente en Suiza, donde Gunta Stolzl establece en Zurich su taller privado en 1931, en Holanda con Trude Germonprez ,  y en Estados Unidos.

Claire Zeisler



En los Estados Unidos, Anni Albers y Trude Germonprez, discípula de Benita Otte, otra de las tejedoras del Bauhaus, desde el Black Mountain College, primero, y luego desde la Universidad de Yale, en el caso de Anni, y en California, en el de Trude,  darían un aliento nuevo a las investigaciones textiles, que iban a encontrar eco en Ed Rossbach, Lenore Tawney, Claire Zeisler, Kay Sekimachi  o Sheila Hicks.
DeTrude Guermonprez
           
De Ed Rossbach
  
Lenore Tawney
                                                                                                                                                                                                                                                                                                































Anni Albers  ejercería esta acción con enorme fuerza, ya que sus libros "On Weaving" y "On designing" iban a ser leídos en el mundo entero y conservarían una actualidad mayor hasta el día de hoy. Según Thomas, “es ella probablemente la que ha expresado mejor un elemento primordial de la filosofía del Bauhaus sobre las características específicas de la construcción de un tejido y su naturaleza táctil:
           
            "El establecimiento de una relación estructura-función llama a nuestro intelecto por su construcción o su desciframiento a través del análisis. La materia, por el contrario, es esencialmente no funcional, no utilitaria y por estas razones - como el color- no puede ser objeto de una experiencia intelectual... Debe ser percibida intuitivamente... Nuestra tarea hoy es ejercer esta facultad sensible de forma de encontrar una facultad que antes nos era natural. Debemos reaprender a utilizar el grano y el bruñido, la suavidad o la rugosidad, el relieve, las mezclas de los materiales gruesos y finos. Estos elementos formales que pertenecen a nuestra experiencia estética táctil deben ser utilizados en igualdad con el dibujo y el color"... 

Anni fue diseñadora textil, tejedora, escritora y grabadora, e inspiró una reconsideración de los tejidos como forma de arte, tanto en sus roles funcionales como en los tapices.


De Kay Sekimachi, libro tejido, 1980, California.

 
Estudiantes en la escalera del Bauhaus, foto de Feininger.

 
Obra de Sheila Hicks.