Maria Lai, Ulassai
1919, Cardedu 2013, Cerdeña, está considerada como una de las voces más singulares del arte italiano desde el final de
la Segunda Guerra.
“Ciò che appare, cio è la cultura
contemporanea, che senz’altro ho acquisito fuori dalla Sardegna, e che mi
permette un dialogo col mondo, è solo la punta dell’iceberg. [...] Ho dietro di
me millenni di silenzi, di tentativi di poesia, di pani delle feste, di fili di
telaio”.
Nunca tuve oportunidad de visitar Cerdeña, y
tampoco el Sur de Italia, de donde eran oriundos dos de mis bisabuelos, pero he
quedado atrapada por la obra de esta artista que estuvo en el mundo el mismo
tiempo que mi madre, una mujer que de algún modo también “cosió” nuestro mundo.
Maria Lai nació
en Ulassai el 27 de setiembre de 1919.
El paisaje
de Ulassai, en la isla de Cerdeña donde transcurre su niñez, es áspero y
luminoso, con paredes rocosas entre valles barridos por el viento. Su salud
enfermiza hizo que se quedara a vivir hasta el fin de su infancia con sus tíos que vivían
en el campo, evitando la inserción en la
escuela y permitiéndole prolongar el tiempo de la libertad. En el campo su
juego favorito fue garabatear las paredes de su habitación.
A la niña de
viva imaginación, cuya vida transcurría entre actividades domésticas de índole femenina, todo le incentivaba la curiosidad, cargándolo
de significado. Crecía feliz inventando
historias, pero la soledad de su infancia le iba a reservar un impacto difícil con el mundo externo, que
llegaría a sus nueve años, al iniciar
contacto con la escuela pública en Cagliari.
De
adolescente, Maria conoce al escritor Salvatore Cambosu, su profesor de
italiano, con el cual aprende a leer y amar la poesía.
A los quince años, logra convencer a su familia de mandarla a tomar lecciones con Francesco Ciusa y sucesivamente, con el pintor futurista Gerardo Dottori, presente en Cagliari por un breve perìodo.
A los quince años, logra convencer a su familia de mandarla a tomar lecciones con Francesco Ciusa y sucesivamente, con el pintor futurista Gerardo Dottori, presente en Cagliari por un breve perìodo.
Su especial
talento para el dibujo y la tempera hace que sus padres la envíen a la Península,
y en 1940 deja Cerdeña para
inscribirse en el Liceo Artístico de
Roma. Su encuentro con Marino Mazzacurati en Roma, y luego con Arturo Martini y
Alberto Viani en el curso de escultura de la Academia de Bellas Artes de
Venecia, donde es la única mujer aceptada (1943 al 45) serán determinantes para
su formación.
Después de
la guerra, de regreso a Cerdeña, se reencuentra con Salvatore Cambosu, con el
que mantiene una intensa amistad, y será
su sostén en uno de los momentos más críticos de su trabajo como artista. Con
Cambosu, entre 1945 y 1954 recupera energías y confianza para reemprender su
camino y regresar a Roma.
En los 50, toma
contacto con los nuevos fermentos que transforman el mundo del arte, como el
desarrollo de lo Informal, el Arte Povera
y el Arte Conceptual en los 60. De
estos movimientos, ella desarrollará un especial interés en los materiales, en
especial los orgánicos, así como aquellos relacionados con la civilización
pre-industrial. Estos intereses se iban a ir filtrando a través de una
sensibilidad absolutamente individual.
En los 60, se
distancia cada vez más de los círculos artísticos, y se compromete más
profundamente con desarrollos literarios y poéticos, a través de sus contactos
con autores como Giuseppe Dessi, a quien reencuentra en 1956, y juega un papel
fundamental en su formación, permitiéndole redescubrir el valor de las leyendas
y de la Historia de Cerdeña. A partir de este periodo, la relación con las
tradiciones de su tierra se vuelve central en su trabajo, donde se mezclan una
mirada conceptual con una matriz antropológica. Junto con el dibujo, su
producción se ve enriquecida con temas y materiales cercanos a una cultura
antigua y popular como en el caso de sus esculturas de pan, en sí mismo un
producto llano y perecedero, que está muy ligado con la vida de todos los días
y el trabajo de la mujer.
Durante los 70, la
artista también crea una serie de obras muy importantes con respecto al
desarrollo de su lenguaje artístico, que ella denomina “telai” (telares), obras
que combinan pintura y escultura y en las cuales la antigua tradición de tejer estará
abierta a nuevas posibilidades de composición.
Aquí la verdadera estructura del
telar, la urdimbre y el cruce de la trama son elementos que la artista interpreta
y elabora con absoluta libertad de composición, para evocar la intimidad y el
diario cuidado en un mundo de gestos femeninos, y produciendo obras que mezclan
abstracción y paisaje, color y materia, gesto y composición.
Como los telai son obras tridimensionales,
abandonan la dimensión de la pintura, y en ellos, dira la crítica, “la técnica
y los instrumentos para tejer son transformados en un lenguaje formal que crea
un diálogo íntimo con artistas como Anni Albers, Louise Bourgeois y Greta
Bratescu.”
Geografias y Libros son series que la artista produce a fines
de los 70. En la primera, la historia se organiza alrededor de grandes
composiciones hechas con telas y bordados que representan los planetas, constelaciones y geografías imaginarias,
mientras que los libros están entre sus más conocidas creaciones. (En 1978 presentó su libro hoy muy celebrado, “Scalpo”, en la Bienal de Venecia)
Entre ellos, la Leggenda del Sardus Pater, 1990, es uno de los ejemplos más importantes. Aquí, los atados entre tejido, bordado y escritura se vuelven intensos y apretados, el eco de una relación que evoca los comienzos de la narrativa antigua.
A lo largo de su larga vida, la obra y la personalidad de Maria Lai cruzo todas las fronteras desde su Cerdeña natal, para ser considerada hoy, una artista universal. En 2014, a un año de su muerte, las tres ciudades sardas de Cagliari, Nuoeo y Ulassai le dedicaron una gran retrospectiva.
Belíssimo!!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, engenho do pano!!!
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